Caminaba, inhalando con atención los olores de la vegetación para registrar los que desconocía.
Había pasado una larga temporada en un mismo terreno, reconociéndolo y disfrutándolo; y ahora había emprendido la marcha para explorar más lejos.
Había llovido recientemente, pero ahora hacía buen tiempo. La luz del sol se filtraba a través de la espesura.
Deríada se paró, cerró los ojos y aspiró profundamente. Después los abrió y sonrió ampliamente. Salió corriendo, divertida, subió al tronco de un alto árbol, y ascendió con rapidez saltando de rama en rama. Al llegar a la copa se detuvo, asomándose por encima de las copas de los árboles, donde el sol era mucho más intenso, y se quedó observando el precioso paisaje mientras el sol calentaba su piel.